Todo comenzó un lunes, cuando la guardería nos avisó que estaban planeando una excursión al acuario. “¡Qué emocionante!”, pensé al principio, hasta que el pánico maternal se apoderó de mí. ¿Autobús? ¿Lejos de mamá? ¿Rodeado de criaturas marinas y niños revoltosos? Mi mente se llenó de imágenes de mi peque intentando nadar con los tiburones o siendo arrastrado por un calamar gigante. Al ser su primera excursión, el miedo empezó a invadirme. Pero tras hablarlo con su padre, pensamos que era lo mejor para él, una oportunidad para aprender y divertirse con sus compañeros. Siendo sinceros, mi marido me convenció de que era lo mejor, y tenía razón por supuesto.
Preparativos y nerviosismo
El día de la excursión llegó. Preparé su mochila con más empeño que un astronauta preparando su equipo para Marte: pañales, muda de ropa, snacks saludables (y algún que otro capricho, no lo voy a negar), y su peluche favorito. Dejé a mi peque en la guardería como cualquier otro día, con una mezcla de emoción y nerviosismo. Me despedí de él con un beso y un “pásatelo bien”, aunque por dentro estaba temblando y con ganas de llevármelo de vuelta a casa por si acaso.
La gran aventura en el acuario
Pasaron las horas y, al final del día, fui a recogerlo a la guardería. Entré esperando encontrarme con un niño agotado y quizás algo desorientado, pero en su lugar, me encontré con un pequeñín con una sonrisa de oreja a oreja y un brillo especial en los ojos.
Al parecer, el acuario fue un éxito total. Mi peque se lo pasó pipa corriendo de un lado a otro, viendo peces de todos los colores y tamaños. Aunque me contaron que hubo un pequeño susto con un pez que tenía una cara bastante extraña y ojos saltones. Imagino su carita de asombro, entre susto y fascinación, y no puedo evitar reírme. Según su profe, después del pequeño susto, mi hijo empezó a imitar al pez haciendo muecas con la boca abierta. Una nueva habilidad adquirida, supongo.
Más anécdotas inolvidables
El día terminó con una anécdota que me hizo reír aún más: parece que intentó darle de comer su galleta al pez más grande del acuario. Menos mal que había un cristal de por medio. También, en la tienda de souvenirs, quiso llevarse un peluche de pulpo que era casi tan grande como él. Su profe dijo que se lo pasó abrazándolo hasta que fue hora de regresar. En eso ha salido a mi, le gusta tanto el pulpo como a su mami jajaja.
Conclusiones de Mamá
Al final, la excursión al acuario fue un éxito. Mi peque volvió sano y salvo, con nuevas historias y sin ningún souvenir inusual que yo supiese en ese momento… Días después descubrí la sorpresa que trajo y vosotros podréis leerlo la semana que viene en el próximo diario de una madre. Pero bueno, de esta experiencia , aprendí que a veces hay que soltar un poco y dejar que vivan sus propias aventuras (aunque el corazón se nos salga un poco del pecho).
Me he dado cuenta de que esta primera excursión le ha enseñado muchas cosas nuevas y le ha dado la oportunidad de explorar el mundo de una manera diferente. Ha aprendido sobre los animales marinos, ha socializado con sus compañeros de clase y ha desarrollado nuevas habilidades, como imitar a los peces. Y, aunque me costó un poco soltar las riendas, ver su cara de felicidad y lo eufórico que estaba al recogerlo, correteando y hablándome mil cosas en “su idioma”, estoy convencida que me estaba contando todas las aventuras que vivió esa mañana, valió cada segundo de preocupación.
Hasta la próxima aventura, mamás y papás. Y recordad, si vais al acuario, cuidado con los peces de ojos saltones. Espero que os haya gustado esta nueva entrega de “Diario de una madre”. Nos leemos en el próximo post, donde descubriréis que nos trajo de su excursión 😅.
¡No olvidéis dejar vuestros comentarios! ¿Alguna anécdota divertida de las primeras excursiones de vuestros peques? ¡Me encantaría leerlas!
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