Diario de una madre: cambio de hora y caos

por | Abr 3, 2025 | 2 Comentarios

El cambio de hora siempre me costó. A mí eso de que me roben una hora de sueño y encima tenga que madrugar más nunca me hizo gracia. Antes, en invierno, lo sobrellevaba porque al menos ese fin de semana dormía una hora más. Pero desde que soy madre… da igual qué horario sea, siempre pierdo. Ya lo conté en mi post del último cambio de hora (Diario de una madre: El cambio de hora), pero esta vez ha sido aún peor.

 

Sábado: La operación “adelanta y a tope” (fallida, por supuesto)

Convencida de que la clave era ir ajustando el horario poco a poco, el sábado lo tuve en el parque gastando energía. La teoría era buena: cansarlo bien para que se durmiera antes y ya empezar el domingo más adaptados. Ja.

Lo metí en la cama a su hora habitual, incluso un pelín antes porque se le veía agotado. Pero nada, resistió como un campeón hasta pasadas las 22:30. Como si en vez de haber corrido y saltado durante horas hubiera pasado la tarde en un spa.

 

Domingo: Cuando todo se desmorona

Osito enfermo

Después de la noche tardía, esperaba que al menos durmiera un poco más. Ilusa de mí. A las 5:15 (6:15 nueva hora) ya estaba en pie. Y no volvió a dormirse. Genial, fantástico, me encanta el cambio de hora.

En principio había pensado que lo mejor era saltarse la siesta para ver si así conseguía que por la noche cayera antes. Pero, claro, viendo el panorama y que había madrugado tantísimo, tras comer estaba arrastrándose literalmente. Lo puse en la cuna y… otra vez, ja. Una hora entera de vueltas, pero dormir, lo que se dice dormir, ni un minuto. Y yo ahí, con los ojos inyectados en café, viendo cómo el caos se iba descontrolando aún más.

Por la noche, al menos cayó rendido rápido. Pero entre la tos y demás, se despertó un par de veces. Porque claro, esto no iba a ser tan fácil como que se durmiera pronto y yo recuperara un poco de energía. No, no.

 

Lunes: Si pensabas que no podía ir a peor…

Niño enfermo

El despertador suena y siento que me han pasado por encima con una apisonadora. Me arrastro a la cocina, me agarro a la cafetera como si fuera un salvavidas y empiezo la rutina mañanera. Todo normal dentro del desastre hasta que voy a por mi hijo… y parecía una bola de fuego. Fiebre. FIEBRE.

Cambio de hora + niño enfermo + teletrabajo. Ahora sí que estamos en modo supervivencia. Por suerte, conseguí que me dieran horas de fuerza mayor para poder cuidar de él todo el día, así que el lunes lo sobrellevamos como pudimos.

 

Martes: 🫥

El martes la fiebre seguía ahí, así que nos tocó teletrabajar y cuidar del peque entre mi marido y yo (que también teletrabaja). No fue fácil, pero al menos el peque estuvo de buen humor. Vamos, que en su mente él estaba estupendo mientras nosotros íbamos haciendo malabares para trabajar. Y cuando ya nos pensábamos que estaba recuperado… ¡bum! Por la noche, otra vez fiebre.

 

Miércoles: Día de la marmota

Trabajando

Miércoles, teletrabajo y niño en casa otra vez. Empiezo a aceptar que esta semana ha dejado de ser una cuestión de cambio de hora y se ha convertido en una prueba de resistencia.

 

Jueves: Coronando la semana

Mujer con sueño

Por suerte, el peque ya no tenía fiebre y podía volver a la guarde. Pero la noche del miércoles al jueves fue una pesadilla completa.

Porque, a ver, una cosa es despertarse un par de veces, y otra es lo que vivimos esa noche: cuatro horas seguidas en vela desde la 1 de la mañana. Se dormía en brazos, pero en cuanto intentaba dejarlo en la cuna… llanto desconsolado. Así que ahí estuve, en la penumbra de la habitación, con el cuello torcido, los brazos entumecidos y el alma abandonando mi cuerpo poco a poco.

Cuando por fin se quedó dormido y pude irme a dormir, a penas hora y media después sonó el despertador, sentí que la vida me estaba gastando una broma pesada. Pero lo vestí, lo llevé a la guardería y me volví a casa con un único propósito: sobrevivir a base de café.

Y lo peor es que, después de toda la semana de lucha con los horarios, ahora ya me daba igual. Porque con un niño pequeño, da igual lo que diga el reloj: si a las 2 de la madrugada deciden que es hora de fiesta, se acabó la discusión.

Al final, lo del horario ha quedado en anécdota. Porque cuando tienes niños, la vida no se ajusta al reloj. Se ajusta a ellos.

Mientras os escribo estas líneas (con Pocoyo de fondo) estoy agotada y desahogándome, que siempre me ayuda.

Y vosotros, ¿cómo habéis llevado el cambio de hora? ¿Alguien más ha tenido una semana de caos absoluto? Seguro que no soy la única.

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2 Comentarios

2 Comentarios

  1. jose manuel caicedo marquez

    jajajajajaj me río por no llorar !! Toma sal de litio jaja menudo drama de semana 🙁

    Responder
    • María E.

      Jajajajaj ¿sal de litio? ¡Y ahí no acabó la semana! Llevo mala desde entonces 🤒 Contagiada 🤧

      Responder

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