El apagón (28 abril 2025 España)

por | Abr 30, 2025 | 0 Comentarios

Para hoy tenía preparado otro artículo, que publicaré la semana que viene.

No podía dejar de escribir sobre lo que ha pasado, que ha sido muy fuerte y desconcertante para todos.

El lunes 28 de abril de 2025, a las 12:33 del mediodía, se fue la luz. Así. Sin aviso, sin tormenta, sin una chispa dramática. Un clic y fuera. Yo estaba teletrabajando, justo en una reunión, con dos pantallas encendidas y mil pestañas abiertas, cuando una pantalla murió y se cortó la videollamada. Alcancé a decir:

—Se ha ido Internet.

Y mi marido, que también teletrabajaba desde otra habitación, me corrigió:

—No, lo que se ha ido es la luz.

Ahí empezó todo.

 

¿Solo en casa… o no?

Primero pensamos que sería un cortocircuito, un fusible, lo típico. Pero WhatsApp empezó a llenarse de mensajes de compañeros diciendo lo mismo: que no tenían luz, que Internet empezaba a ir regular. Y además: gente de otras zonas de España —Andalucía, Madrid, Murcia, Valencia— empezaba a reportar lo mismo. No había luz. En ningún sitio.

Y es que resulta que se fue la luz en toda la península, literalmente. La red eléctrica perdió un pico de energía brutal y se apagó medio país. Se habla de una caída de más del 60% del consumo eléctrico en cuestión de segundos. Algunas teorías dicen que fue por una anomalía atmosférica rarísima, otras que si sabotaje, que si ciberataque… pero lo cierto es que nadie ha dicho todavía con claridad qué pasó exactamente. Y mientras tanto, millones de personas sin electricidad, sin datos y sin idea de qué hacer. Un lunes cualquiera.

 

En casa todo es eléctrico…

Nuestro caso es el clásico de “toda la casa es eléctrica”. La vitro, el horno, el microondas, la lavadora… hasta la cafetera. Así que lo primero fue un suspiro: “pues nada, hoy no hay café decente”. Pero después vino lo práctico: ¿qué hacemos con el peque? ¿Lo vamos a recoger de la guardería o lo dejamos allí? Como allí comen a la una y ya lo tendrían todo preparado y después se echa la siesta, decidimos dejarlo. No sabíamos cuánto iba a durar esto, pero tampoco queríamos sacarlo innecesariamente.

Nosotros hicimos lo que pudimos: tiramos de barbacoa y preparamos algo al aire libre, como si fuera domingo (pero con reuniones pendientes y sin conexión). Lo más gracioso es que, por primera vez en mucho tiempo, todo estaba en silencio. No cargaban las webs, no se podía acceder a redes sociales, y la información oficial brillaba por su ausencia. Nada. No había televisión claro, y nosotros encima no teníamos radio. Como si nos hubiéramos quedado aislados del mundo. Literalmente.

 

Tarde tranquila

Tenía que hacer unos recados sí o sí, así que aproveché para ver si encontraba una radio de las de toda la vida, por si esto iba para largo. Me sentí como en los primeros días de la pandemia: colas fuera de los supermercados, gente comprando sin saber muy bien qué, y algunos bazares a rebosar. Entré en uno en el que no había cola… pero las radios ya estaban agotadas. Por supuesto.

Lo curioso era la imagen de las calles: llenas de gente paseando. El día era espléndido, todo sea dicho, y parecía que el apagón nos había empujado a todos a salir, como si estuviéramos viviendo algo histórico. Y lo estábamos. Porque una cosa es que se te vaya la luz un rato. Y otra, que todo el país se quede a oscuras y nadie sepa por qué y tras tantas horas no haya esperanzas de recuperarla pronto.

 

La noche

De vuelta a casa, salimos un par de veces al coche solo para escuchar la radio, a ver si contaban algo nuevo. Jugamos con el peque, preparamos la cena con lo que teníamos y lo acostamos aún de día. Yo hasta vi la puesta de sol, que, dentro del caos, fue preciosa.

Más tarde nos enteramos, medio de refilón, que en Galicia se suspendían las clases. Y ahí ya pensé: esto va en serio. Cuando nos fuimos a dormir seguíamos sin luz, las llamadas telefónicas no funcionaban e internet prácticamente tampoco,  sin saber nada. Y a las 4:30 de la mañana el peque se despertó. Seguíamos a oscuras. A las 5:30 volvió la electricidad, a las 6 y algo internet y ahí ya nos tocó encender el modo “conciliación extrema”: trabajar con el niño en casa. Otra vez.

 

24 horas sin cobertura real

Lo que más frustraba era no poder hablar con nadie con normalidad. Por ejemplo, con mi madre no conseguí contactar hasta 24 horas después del apagón, casi nada… Entre que el móvil fallaba y los mensajes no se enviaban, la sensación era de estar completamente desconectados. Con mucha impotencia.

 

¿Y si vuelve a pasar?

Lo más inquietante es que nadie ha explicado nada en condiciones. La información oficial ha sido mínima, confusa o tardía. Y si algo nos ha dejado claro este apagón, es que no estamos preparados para quedarnos sin electricidad durante horas. Ya no hablo de lujos, hablo de lo básico: luz, agua caliente, comida, comunicación.

Así que sí, esto da que pensar. Porque el problema no fue solo que se fue la luz. El problema fue la desinformación, la sensación de que no sabíamos si esto iba a durar dos horas o dos días. Y que si pasa otra vez, ¿cómo nos organizamos?

Yo ya he apuntado lo que necesitamos en casa:

 

  • Una batería externa decente. Aún estoy buscando, en principio con la radio de arriba ya tengo batería.

 

 

¿Y tú, cómo lo viviste? ¿Te pilló en casa, en la calle, en el trabajo…? Cuéntamelo en comentarios, ¡que por fin podemos volver a leernos!

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