Hace un año escribí esta entrada sobre los primeros pasitos de mi bebé. Aquel momento que parecía tan frágil, tan torpe y tan emocionante, marcó un antes y un después en nuestra vida. Lo que entonces eran tambaleos inseguros con las manos alzadas, hoy se han convertido en carreras por el pasillo, saltos desde cualquier altura aceptable y escaladas que aveces me ponen un poco nerviosa 😅.
Un año ha pasado desde aquel primer paso. Doce meses de cambios, de golpes (suyos y míos), de zapatillas pequeñas que ya no valen y de descubrimientos diarios. El bebé de 17 meses que apenas se soltaba de la mesa es ahora un niño de 2 años y 5 meses que encuentra en cada rincón una oportunidad para explorar… o para subirse.
De un paso tambaleante… a un ritmo imposible de seguir
Es increíble pensar lo rápido que ha pasado todo. Porque sí, cuando te dicen que “crecen volando”, tú sonríes con la típica cara de “ya, claro”, mientras le buscas el otro calcetín. Pero un día te paras, miras atrás, y te das cuenta de que no era una frase hecha. Era una advertencia. Ahora corre. Mucho. Y muy rápido. Lo suficiente como para que tu smartwatch crea que estás haciendo deporte sin haber salido de casa.
Y es que, en cuanto dominó el arte de andar, no hubo vuelta atrás. Ni un descanso. Porque de andar pasó a correr. De correr a saltar. De ahí a escalar muebles, trepar sofás, y ponerse de puntillas para llegar a donde no debería. Todo es un circuito. Todo es una meta. Todo es alcanzable.
Y nosotros, mientras tanto, aprendiendo a seguirle el ritmo
Porque cuando un hijo empieza a caminar, no sólo aprende él. También te toca aprender muchas cosas… A anticiparte. A frenar caídas con reflejos que no sabías que tenías. A doblarte como una contorsionista para rescatar juguetes metidos en sitios imposibles. A vivir el día a día con una mezcla de orgullo, vértigo y agotamiento. Y sí, también a reírte mientras recoges por cuarta vez el mismo objeto lanzado con entusiasmo.
Pero lo más bonito de este año no ha sido solo verle moverse. Ha sido verle avanzar. En todos los sentidos. Ya no camina solo con los pies. Camina con sus palabras nuevas, con su mirada curiosa, con sus pequeñas manías y con esa personalidad que cada día brilla un poquito más. Camina hacia la independencia, hacia el niño que está siendo, y hacia todo lo que vendrá.
Un año después…
A veces me pregunto cuánto recordará de esta etapa. Quizás nada. Pero yo lo recordaré todo. Sus pasos veloces por el pasillo, los tropiezos, los logros, las risas y hasta los sustos. Porque cada paso suyo, por pequeño que fuera, ha marcado también el camino que yo estoy recorriendo como madre.
Porque si algo tengo claro es que sus pies empezaron a moverse mucho después de que su vida ya hubiera empezado a dar sentido a la mía. (Sé que soy una cursi, pero es lo que hay 🤭)
¿Te ha pasado algo parecido?
Quizás tu peque aún no camina. O ya lo hace y no hay quien lo pare. O tal vez ya ni te acuerdas de cuándo fue, pero sí de cómo te hizo sentir. Sea cual sea tu momento, te leo encantada en comentarios. Porque aunque cada historia es distinta, hay cosas que solo entendemos quien hemos estado ahí, pasito a pasito.
Claro que pasa el tiempo volando…. pero volando de verdad, hazte una idea de todo lo que da de sí un niño cuando empieza a andar y descubrir mundo, todo eso multiplicado por tres 🫣🫣🫣 ahí tienes que ser de todooooo jajaja.
Bueno, lo importante es disfrutar de cada momento que la vida nos da y verlos disfrutar y sintiéndonos niños nosotros también a su lado, unos como padres y otros como abuelos
🥰🥰🥰