Diario de una madre: El mejor amigo de mi peque

A veces pienso que, en la vida de cada niño, hay amigos que llegan sin que te los esperes, esos seres especiales que se cuelan en su mundo y ocupan un espacio que nadie más puede llenar. En el caso de mi peque, su mejor amigo no es un peluche, ni una de nuestras perritas, ni siquiera un cochecito de esos con luces y sonidos. No. Su compañero de aventuras es… ¡el robot aspirador!

Desde siempre ha sentido una fascinación especial por ese aparato. Recuerdo que, siendo muy bebé, ya le miraba con ojitos, como si intuyera que aquel redondito zumbón sería su fiel aliado. Pero fue al empezar a gatear cuando pasó de la mirada a la acción. Desde que solo gateaba, ya le veía el misterio al cacharro redondo que zumbaba por la casa. De hecho, ni siquiera caminaba, pero ¡ya sabía ponerlo en marcha! Ahí le tenías, gateando con destreza para apretar el botón y ponerse a ver cómo el robot hacía su trabajo, zigzagueando por el salón. Vamos, que si un día me faltan ganas de limpiar, ya sé a quién tengo que llamar.

Ahora, claro, cada día hace que el robot sea parte de su rutina. Lo busca, lo inspecciona, le da vueltas como si quisiera entender sus secretos. Ha llegado incluso a usarlo como su transportador oficial: le pone encima coches, bloques y, en los días en que la creatividad se le dispara, ¡hasta un par de sus peluches favoritos! Tengo fotos del pobre robot avanzando con su “equipaje”, convertido en taxi para los juguetes de mi hijo. Además, se ha dado cuenta de que el robot realmente aspira, y en cuanto encuentra alguna cosita pequeña por el suelo, la coloca estratégicamente delante para ver cómo su amigo la “limpia”. Y no hay quien lo saque de ahí hasta que el robot haya terminado su recorrido

Y claro, a veces toca esconder el robot porque, como os podéis imaginar, no siempre es un dúo tranquilo. En cuanto ve que su amigo desaparece de la sala, empieza la búsqueda a contrarreloj. Mira debajo del sofá, entre los cojines, en cada rincón… hasta que lo encuentra y lo arrastra, como si de un tesoro perdido se tratase, hasta su casita-cohete, otro de sus refugios. Ahí dentro tengo fotos suyas, él y el robot, como exploradores en su propia nave espacial. ¡Y yo temiendo que un día intente llevárselo a la cuna para dormir!

Si pudiera, este niño dormiría con el robot bajo el brazo, sin duda. Así que, si alguna vez veis a un peque abrazado a un aspirador y murmurando algo en plan “amigo mío, juntos hasta el final”, es muy posible que sea el mío. Mi marido y yo siempre bromeamos que vale su peso en horas de niñera.
Y para aquellos que queráis probar suerte con este tipo de “mejores amigos”, o no sepáis que regalarle a vuestros peques esta navidad, aquí os dejo el enlace al nuestro, por si acaso…

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