Guardería

Diario de una Madre: De vuelta a la guardería (y a la realidad)

¿Alguna vez has pensado que volver a la rutina después de las vacaciones sería un alivio? Pues yo también… hasta que llegó el temido “primer día” y me di cuenta de que, en realidad, todo era un caos disfrazado de normalidad. Fechas cambiantes, un niño que pensé que no querría soltarme, y un lunes que se convirtió en malabarismo puro. Si crees que exagero, sigue leyendo.

El baile de las fechas

Todo estaba planeado para que el lunes 2 de septiembre fuera el gran día: la vuelta a la guardería para mi hijo y a la oficina para mí. Nos habían “confirmado” en julio que así sería, y que a mediados de agosto nos avisarían para una reunión preparatoria. Sin embargo, en lugar de recibir la información a tiempo, no supimos nada hasta una semana antes. Y para añadir más caos al asunto, nos dijeron que la guardería no abriría hasta el martes 3. Así que, ahí estábamos, enfrentando un lunes de malabares con el trabajo, un niño aún en casa y sin tiempo para organizarnos.

Por suerte, su padre también estaba teletrabajando desde casa ese lunes. Y menos mal que su hermana mayor, aunque no estaba esos días en casa, vino esa mañana para echarle un ojo mientras jugaba. Su presencia fue un alivio enorme, aún así no fue, ni de lejos, la vuelta a la rutina que habíamos imaginado, pero al menos no la enfrentamos solos.

La sorpresa de una vuelta sin dramas

Después de un verano lleno de tiempo juntos, pensaba que la vuelta a la guardería iba a ser un desafío para mi pequeño de 21 meses. Había pasado semanas pegado a su padre y a mí, disfrutando de esos momentos tranquilos que solo se tienen cuando no hay prisa por salir corriendo. Estaba convencida de que este reencuentro con la rutina sería una prueba dura para él… y para mí.

Pero, para mi sorpresa, la vuelta no fue tan dramática como había anticipado. Ese primer día, cuando lo llevé a la guardería, esperaba una escena de llanto, gritos o, al menos, una pequeña resistencia. Pero nada de eso ocurrió. Pasó medio dormido de unos brazos a otros dejándose llevar sin más. Ni lágrimas, ni miradas de pánico, solo una carita tranquila de quien aún no está del todo despierto.

Día tras día, ha seguido entrando a la guardería con la misma alegría. No solo no ha llorado ni un solo día, sino que cada tarde, cuando voy a recogerlo, está lleno de energía, contento y claramente feliz. Parece que yo era la única que temía este momento.

De nuevo en el trabajo: Adaptándome yo

Mientras él disfrutaba de su vuelta a la guardería, yo me enfrentaba a mi propio reto: volver al trabajo. Admito que tenía el móvil cerca el primer día, esperando el fatídico mensaje de “ha tenido un mal día”. Pero los días pasaban y no llegaban malas noticias. Él estaba bien, adaptado, feliz. Y, sorprendentemente, eso me permitió a mí también relajarme.

Poco a poco, fui adaptándome a mi propia rutina, reencontrándome con mi trabajo y mis tareas. Me he dado cuenta de que, a veces, los mayores dramas nos los montamos nosotros mismos en la cabeza. Mientras él sigue su propio ritmo, sin preocupaciones, yo estoy aquí, aprendiendo también a relajarme un poco y a confiar en que, al final, todo va a estar bien.

Adaptándonos juntos

Así que aquí estamos, casi al final de la primera semana de vuelta a la rutina. Y si soy sincera, estoy aliviada. Pensaba que esta transición iba a ser mucho más difícil para él. Sin embargo, verlo tan contento y adaptado me ha dado una perspectiva diferente. Puede que, después de todo, haya subestimado su capacidad de adaptación.

Cada tarde, cuando lo recojo, veo que ha estado feliz. Aunque aún no me cuenta lo que ha hecho en la guardería, se nota que lo ha pasado bien, que está cómodo y tranquilo. Y, lo más importante, que está creciendo y aprendiendo en su propio tiempo y a su manera.

Mirando hacia adelante

Este jueves por la tarde, mientras lo veo jugar después de la guardería, pienso en lo rápido que está creciendo. No puedo evitar sentirme orgullosa de su capacidad para adaptarse, para lanzarse a la aventura sin miedo. Y aunque yo haya estado preocupada y anticipando lo peor, él me ha enseñado que a veces hay que confiar más en ellos, y un poco menos en nuestras propias dudas.

Así que, querido diario, aquí estamos. La vuelta a la guardería ha sido mucho más sencilla de lo que esperaba. Nos estamos adaptando, como siempre hacemos. Y aunque sé que habrá días en los que me sienta abrumada, también sé que cada día es una oportunidad para ver cómo crece, cómo aprende, y cómo poco a poco, se convierte en esa personita maravillosa que sigue sorprendiéndonos.

Por ahora, vamos a disfrutar del fin de semana que se acerca, sabiendo que tanto él como su padre y yo estamos haciendo lo mejor que podemos. Y eso, al final, es lo único que importa.

Y vosotros, ¿cómo habéis gestionado la vuelta a la rutina?

¿Os ha pasado algo parecido? ¿Vuestros pequeños han sorprendido con una adaptación más fácil de lo esperado? ¡Me encantaría leer vuestras experiencias en los comentarios! A veces, compartir estas historias nos ayuda a sentirnos un poco más acompañados en esta locura maravillosa que es la maternidad (y paternidad).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Información básica sobre protección de datos Ver más

  • Responsable: vitanzia.
  • Finalidad:  Moderar los comentarios.
  • Legitimación:  Por consentimiento del interesado.
  • Destinatarios y encargados de tratamiento:  No se ceden o comunican datos a terceros para prestar este servicio. El Titular ha contratado los servicios de alojamiento web a Hostinger que actúa como encargado de tratamiento.
  • Derechos: Acceder, rectificar y suprimir los datos.
  • Información Adicional: Puede consultar la información detallada en la Política de Privacidad.